Como cada año cuando se acercan estas fechas, el que más y el
que menos, hace examen de conciencia y analiza en muchos aspectos lo que ha
dado de sí el año.
Este tipo de reflexiones se suelen tener a determinadas
edades ya que recuerdo que cuando era más chaval (de eso no hace mucho, que
conste!!!) no me preocupaban lo más mínimo dichas sandeces, pues para mí no
eran más que eso y todo se reducía a vivir despreocupadamente….bendita
ignorancia!!!
Ahora pienso en esos años con cierta nostalgia, aquellos
veranos interminables que daba tiempo a todo e incluso a aburrirse, esas
vacaciones de navidad que parecían eternas….no imagináis la de veces que deseé
que pasaran volando hasta llegar ese “fatídico” 6 de Enero; lo cual era un
tanto absurdo pues con la llegada de los regalos de Reyes Magos aparecía esa
extraña sensación, que hoy conozco como ansiedad, porque lo bueno llegaba a su
fin.
En realidad si nos parásemos un momento nos daríamos cuenta
que esta mentalidad, propia de alguien que desconoce los verdaderos entresijos
de la vida, solemos aplicarla a todo lo que rodea nuestro día a día. Ese padre
que desea que su hijo crezca para sentirse un poco más liberado, ese hijo que
desea crecer para ganar en libertad……un invierno frío y desapacible maldecido
hasta la saciedad en pos de un soleado verano, un verano caluroso que nos
castiga sin cesar con constantes subidas de temperatura mientras se dibuja, en
nuestro rostro, una leve sonrisa por aquel aciago invierno……..esos nervios
incontrolables, previos a cualquier examen,
que a la vuelta de no mucho tiempo terminamos añorando…… Estos son
algunos ejemplos de cómo dejamos pasar la vida sin casi darnos cuenta, mi
propósito para este año gira en torno a eso; simplemente me he propuesto
disfrutar cada momento o más bien vivirlo, porque aún siendo malo seguro que
sacaré alguna lección positiva de él, mientras que si sólo me limito a dejarlo
pasar no habré saboreado nada y cuando quieras darte cuenta estarás (en el
mejor de los casos) contando batallitas a tus nietos……así que para este nuevo
año que empieza intentaré, como objetivo, gritar a los cuatro vientos “CARPE DIEM” .
La historia que os voy a narrar sucedió, un día como hoy, hace exactamente un año y a pesar de no tenerlo muy claro, hice de tripas corazón y me lancé al agua con la ilusión de una nueva jornada.
El día amaneció bastante bien, el sol atenuaba el frío
“polar” que generaba el viento del norte y que obligaba a abrigarse en exceso e
invitaba a seguir en el sofá de casa; finalmente, tras dudar durante un buen
rato, preparé los bártulos y me mentalice para la batalla.
No tenía datos del agua así que en un primer momento preferí
no alejarme mucho de casa y fui tanteando las zonas más cercanas. Al llegar al
primer punto el agua no tenía un color excesivamente bueno y, ya que iba a
realizar un gran esfuerzo, prefería unas aguas más limpias, pensé.
De todas formas aproveché esa primera parada para saludar a
un buen amigo que, por aquel entonces, trabajaba allí. No creo que exista nada
peor que dos pescadores con ganas de hablar de pesca, cosa muy frecuente entre
nosotros, obteniendo como resultado casi toda la mañana empleada, que no
perdida, en narrar “alguna que otra” aventura de tiempos mejores.
Cuando quise darme cuenta ya eran las tres del medio día,
descartando de esta forma cualquier posible desplazamiento a no ser que
quisiera llegar a mi destino para ver la puesta de sol…….me da a mí que la
única posibilidad es enfrentarme a esas aguas, que más bien parecían decirme
“vuelve a casa que por hoy será lo mejor”, pero decidí seguir en mis trece y
volví por mis fueros. Me despedí y seguí mi ruta hasta una zona no muy lejana.
Tenía pensado visitar unas piedras que llevaba meses viendo
repletas de enormes lisas con la esperanza de que los robalos, o algún otro
depredador, hubiesen escogido dicho lugar para alimentarse. Tras aparcar el coche y sacar el equipo, miro
detenidamente al mar, me fijo en la serie de olas que me saludan a mi llegada
al tiempo que observo el dudoso color del agua, todo invita a retirarse así que
monto las cosas y saco el coche para salir pitando hacia otro pesquero……pero en
ese momento algo me dice “NO, total cualquier sitio es bueno y para echar un
rato este vale igual”.
Vuelvo atrás y aparco mientras me convenzo de que lo más
importante es disfrutar de un día de agua, que “¿Quien sabe lo que me depararán
estas condiciones tan adversas?”.
Una vez en el agua la visibilidad no parece tan mala así que
me lo tomo con calma y me pongo a nadar hasta llegar al lugar elegido. La
distancia a recorrer no es precisamente corta e intento algunos planeos para
ver si localizo alguna pieza despistada pues tengo en mente jugármelo todo a
una carta. La temperatura es bastante baja y al poco tiempo empiezo a notar los
efectos del frío, por suerte una nueva bajada me deja ver que he llegado a la
zona crítica.
En este tipo de situaciones hay que ser muy selectivo en los
disparos pues un fallo o la captura de una pieza de menor interés, mandarán al
traste cualquier posibilidad de hacerse con una buena pieza. Intento ventilar
pero las gélidas temperaturas me impiden hacerlo correctamente, aún así logro
hacer un buen acecho seguido de una espera aceptable….no veo nada interesante
salvo las lisas y un sinfín de pequeños peces que pululan nerviosos, sin rumbo
fijo, como queriendo decirme algo.
Vuelvo a bajar y estaba vez se intuye la presencia de un
depredador, los peces están muy nerviosos, hasta el punto de que casi intentan
meterse debajo de mí. Justo al final de mi apnea, por la espalda, aparece una
gran chova (anjova) pero no muestra el más mínimo interés, a pesar de tener la
opción de un tiro largo, prefiero aguantarme en pos de un pez de “más
categoría”.
Esta vez me mentalizo a conciencia, debo ser muy silencioso,
discreto pero sobretodo efectivo. Inicio el descenso consiguiendo que las lisas
no se alteren, me deslizo por un pasillo de piedra que forman dos grandes
bloques y me coloco al ras del fondo; los segundos se suceden, los peces no
parecen estar nerviosos pero de pronto el tiempo se para…..todo ser vivo que
por allí nadaba se pega a las piedras intentando pasar desapercibido, al
momento una gran cabeza aparece en el límite de la visibilidad acercándose
hacia mi posición casi mecido por la suave corriente de vaciante.
No sabe donde estoy aunque me intuye, aguanto sin pestañear
para evitar delatarme, se aproxima hasta colocarse encima de mí…….momento que
aprovecho para alargar el brazo buscando un tiro mortal o al menos que evite
una arrancada que termine con la perdida de tan magnífica captura.
La varilla entra cuatro dedos por delante de su hocico pero
no sé si termina de atravesarlo pues, a pesar del buen tiro, el animal sale
disparado como un rayo sin darme opción a frenarlo. En un primer momento tira
con fuerza pero se cansa rápidamente y nada a media agua sin ser capaz de
alcanzar el fondo, como buenamente puedo llego hasta la boya para desenganchar
el otro fusil para rematarla pero, casi por obra de magia, el animal empieza a
tirar otra vez, por un momento llegué a pensar que sabía lo que estaba
haciendo; finalmente logré doblegar al pez con un segundo disparo asegurando
una pieza para el recuerdo.
El sol se estaba poniendo cuando llegaba a la orilla de la
playa, la mar aportaba su granito de arena planchándose por completo a mi regreso
como si de una alfombra roja se tratase, exhausto pensaba en lo equivocado que
estaba al no querer aprovechar ese día por el simple hecho de que todo no
estaba a “mi gusto”. Creo que recordando esta salida, mientras buscaba las
palabras para compartir con vosotros esta aventura, fue cuando comprendí lo
importante de vivir el momento, de no dejar las cosas para otro día y sobre
todo de disfrutar de cada experiencia.
La única realidad es que nadie sabe lo que le deparará el
futuro, entiendo por “futuro” los próximos años, los próximos meses, los días
que todavía nos quedan por vivir de este 2012 y si me apuráis las últimas horas
de este día pues el mañana se construye segundo a segundo del mismo modo que
vosotros estáis construyendo el vuestro mientras leéis estas líneas así que
amigos míos, “gracias por leerme y permitirme formar parte de vuestro tiempo”.
Disfrutad de lo que queda de año y no lo olvidéis “CARPE DIEM”.