Hacía ya bastante tiempo que andaba detrás de un pez limón
de gran porte pero las circunstancias (el motor de la embarcación asustó un gran ejemplar cuando casi lo tenía
a tiro), el material (después
de no pocas esperas con el fusil de
110 cm cogí el 75 para revisar unas grietas en las que se movía algo de
pescado, al iniciar el descenso se
abrió ante mí un banco de sardinas y justo detrás apareció un limón de unos 25
kilos; le ajusté un buen tiro en la cabeza pero la falta de potencia, sumada a
mi inexperiencia, hicieron el resto) y el azar (tras acechar un banco de salmonetes y escoger el más grande, disparé;
acto seguido oí sonido seco que no provenía de los salmonetes. Al girar la cabeza pude ver un gran pez limón que
nadaba de forma curiosa a mi alrededor,
mientras describía círculos de menor diámetro cada vez; ya podéis
imaginar mi cara mientras subía a superficie con el salmonete en la varilla) se habían puesto de acuerdo para impedirlo.
Tras algunos encuentros más y la captura de algunas piezas
(máximo 13 kilos), empezaba a desesperar ante la posibilidad de no ser capaz de
cumplir uno de mis sueños……pero algo estaba a punto de cambiar.
Después de unos cuantos días de fuerte levante azotando
nuestras costas (algo por otra parte bastante habitual), Eolo nos daba una
tregua. Estos días no se pueden desaprovechar y sin perder tiempo planeé la
salida pertinente.
La zona escogida era de mis favoritas para capturar dentones
y la época inmejorable así que no había nada más que pensar, ellos serían el
objetivo del día.
Las impresiones al llegar a la zona de pesca eran bastante
buenas, agua relativamente clara, temperatura rondando los 21 grados y la
termoclina situada en unos 13 metros de profundidad (la diferencia entre las
dos masas de agua sería de unos 4 grados aproximadamente). Todo hacía presagiar
que la salida sería fructífera pero nada me podía hacer sospechar hasta que
punto.
A eso de las cuatro de la tarde ya había visitado muchas de
mis marcas de dentones (solo las que estaban dentro del agua caliente,
descartando las otras) pero los resultados no estaban siendo los deseados. Conseguí capturar varios ejemplares de talla media (siendo el mayor de 3.5
kilos) aunque no encontraba los grandes, esos que, durante un instante, te
paran el corazón y consiguen que te relajes para concentrarte en su captura. Fue entonces cuando recordé unas
piedras que encontré al final del verano pasado y que se encontraban en unos 12
metros, tenía la esperanza de que la termoclina siguiera en ese fondo y de esa
forma poder, al menos, divisar un gran ejemplar.
Al llegar al punto en cuestión pude ver como la sonda
marcaba vida repartida en distintas zonas y de forma muy concentrada, la cosa
empezaba bien.
Primer descenso, mi presentimiento no falla, hacen acto de
presencia un gran banco de dentones de aproximadamente 30 ejemplares. Los hay
de tamaños muy variados pero unos cuantos “jefes” destacan por encima del resto
(estaban entre los 8 y 10 kilos aprox.).
Mi puesto no es bueno, estoy en mitad de un llano intentando
pasar desapercibido pero estos son perros viejos y saben lo que se hacen.
Segunda bajada en busca de un lugar donde esconderme, planeo y termino
refugiándome en una visera de escasa altura; tampoco sirve para poner a tiro a
los más grandes. Tras perdonar a varios ejemplares que se pasean delante de mi
fusil, desisto y subo a tomar aire.
Estaba claro que si quería capturar uno de los grandes
tendría que buscar un buen escondite así que me puse manos a la obra. Tercera
bajada……..esta vez localizo el lugar perfecto.
La corriente ha creado unas especies de chimeneas a lo
largo de una dorsal o más bien a perforado el cantil como si de un queso gruyer
se tratase, escojo el que a mi parecer es el más adecuado y comienzo la espera.
No pasan muchos segundos cuando de pronto me veo rodeado por una enorme “pared
de salemas”, nunca había visto algo así, era totalmente espectacular; mirase
hacia donde mirase no había ni un solo hueco, ni un espacio entre ellas. Pensé
que podría tratarse de una estrategia para desconcertar a posibles depredadores
y tras ver el banco de dentones de las dos bajadas anteriores, lo asocié a
ellos.
Aunque después de muchos segundos aquel espectacular desfile
parecía interminable, entonces empecé a
pensar que quizás no tendría nada que ver con los dentones ya que las salemas
eran muchísimas y de buen porte así que, puede, que solo fuese una migración o
un cardumen en época de reproducción; de lo único que estaba seguro, es que esa
pared me ayudaría a capturar a uno de los “jefes” del banco.
Una tercera mirada hacia atrás me dejo entrever que la
pantalla de salemas llegaba a su fin, me relajé con la esperanza de encontrar a
los dentones ante mí, pues, al cubrirme las salemas, habrían despertado su
curiosidad al máximo logrando de esa
forma ponerlos a tiro.
Cual fue mi sorpresa o más bien mi decepción, al ver que
después de las salemas no estaban mis ansiados dentones. No entendía muy bien
que estaba pasando hasta que, nuevamente, la curiosidad me hizo mirar hacia
atrás una última vez…….no podía creer lo que veía, un enorme ojo me observaba
mientras su silueta tapaba a otros ejemplares de su misma especie; mi ansiada
pieza se encontraba una vez más ante mi máscara y en este caso de forma
literal. Tuve que esperar unos segundos para que el animal me sobrepasara y así
evitar que el naylon se frenara en las gomas anulando la función del carrete;
un buen tiro en la columna junto con la tensión correcta en el cabo hicieron el
resto. La escena y su majestuosidad fueron algo espectacular, grabándose a
fuego en mi retina.
Por seguridad y tratándose de un pez de cierto tamaño,
preferí doblar el tiro apagándolo por completo aunque una vez en la bañera del
barco, con un pequeño espasmo de su cuerpo, lanzo por la borda el sacavarillas
dejando claro la potencia que poseen capturas de este calibre incluso estando
heridas de muerte.
Por fin había conseguido uno de mis sueños, tras numerosas
tentativas fallidas y cuando menos lo esperaba, “saltó la liebre”.
Espero que el relato les haya gustado tanto como a mí la
captura del que, hasta la fecha, es mi mayor pez limón. También quiero resaltar
que cada pescador es conocedor de sus posibilidades y debe ser consciente de
ello; nunca, bajo ningún concepto, debemos arriesgar nuestras vidas en lo más
mínimo. Tan solo he narrado la captura de una hermosa pieza pero jamás he
pretendido empujar a nadie a cometer temeridades o a sobrepasar sus propios
límites.
La captura la realicé con un fusil de 90 cm que suele ser mi
fusil titular, el peso del pez limón fue de 34 kilos aunque su longitud no
corresponde con su peso ya que tenía el estomago totalmente vacío (lo que
explica el temor del banco de salemas).
Un saludo y buen azul.